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— que es tan sandio vuestra excelencia como estos pecadores; mirad si no han de ser ellos locos, pues los cuerdos canonizan sus locuras: _quédese vuestra excelencia con ellos, que en tanto que estuvieren en casa me estaré yo en la mía, y me excusaré de reprender lo que no puedo remediar: y sin decir más ni comer más se fué, sin que fuesen parte á detenerle los ruegos de los duques, aunque el duque no le dijo mucho, impedido de la risa que su impertinente cólera le había causado.

Acabó de reir, y dijo á don Quijote :

—Vuesa merced, señor caballero de los Leones, ha respondido por sí tan altamente, que no le queda cosa por satisfacer deste, que aunque parece agravio, no lo es en ninguna manera, porque así como no agravian las mujeres no agravian los eclesiásticos, como vuesa merced mejor sabe.

—Así es, respondió don Quijote, y la causa es que el que no puede ser agraviado no puede agraviar á nadie. Las mujeres, los niños y los eclesiásticos, como no pueden defenderse aunque sean ofendidos, no pueden ser afrentados, porque entre el agravio y la afrenta hay esta diferencia, como mejor vuestra excelencia sabe. La afrenta viene de parte de quien la puede hacer, y la hace y la sustenta; el agravio puede venir de cualquier parte sin que afrente. Sea ejemplo: está uno en la calle descuidado, llegan diez con mano armada, y dándole de palos, pone mano á la espada y hace su deber; pero la muchedumbre de los contrarios se le opone, y no le deja salir con su intención, que es de vengarse: este tal queda agraviado, pero no afrentado; y lo mesmo confirmará otro ejemplo: está uno vuelto de espaldas, llega otro y dale de palos, y en dándoselos huye y no espera, y el otro le si-