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1 sobre esta mesa y en un plato, quitara el trabajo á mi lengua de decir lo que apenas se puede pensar, porque vuestra excelencia la viera en él toda retratada; pero ¿para qué es ponerme yo ahora á delinear y describir punto por punto y parte por parte la hermosura de la sin par Dulcinea, siendo carga digna de otros hombros que de los míos, empresa en quien se debían ocupar los pinceles de Parrasio, de Timantes y de Apeles, y los buriles de Lisipo, para pintarla y grabarla en tablas, en mármoles y en bronces, y la retórica ciceroniana y demostina para alabarla?

—¿Qué quiere decir demostina, señor don Quijote? preguntó la duquesa; que es vocablo que no le he oído en todos los días de mi vida.

—Retórica demostina, respondió don Quijote, es lo mismo que decir retórica de Demóstenes, como ciceroniana de Cicerón, que fueron los dos mayores retóricos del mundo.

—Así es, dijo el duque, y habéis andado deslumbrada en tal pregunta. Pero con todo eso nos daría gran gusto el señor don Quijote si nos la pintase, que á buen seguro que aunque sea en rasguño ó bosquejo, que ella salga tal que la tengan invidia las más hermosas.

—Sí hiciera, por cierto, respondió don Quijote, si no me la hubiera borrado de la idea la desgracia que poco ha le sucedió, que es tal, que más estoy por llorarla que para describirla; porque habrán de saber vuestras grandezas, que yendo los dias pasados á besarle las manos, y á recibir su bendición, beneplácito y licencia para esta tercera salida, hallé otra de la que buscaba; halléla encantada y convertida de princesa en labradora, de hermosa en fea, de ángel en