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Dulcinea, no vienen bien con la calidad y fidelidad de los buenos escuderos?

y todas, que A estas razones,. sin responder con alguna se levantó Sancho de la silla, y con pasos quedos, el cuerpo agobiado, y el dedo puesto sobre los labios anduvo por toda la sala levantando los doseles, y luego esto hecho se volvió á sentar, y dijo:

—Ahora, señora mía, que he visto que no nos escucha nadie de solapa, fuera de los circunstantes, sin temor ni sobresalto responderé á lo que se me ha preguntado, y á todo aquello que se me preguntare: y lo primero que digo es, que yo tengo á mi señor don Quijote por loco rematado, puesto que algunas veces dice cosas que á mi parecer, y aun de todos aquellos que le escuchan, son tan discretas y por tan buen carril encaminadas, que el mesmo Satanás no las podría decir mejores, pero con todo esto, verdaderamente y sin escrúpulo, á mí se me ha asentado que es un mentecato: pues como yo tengo esto en el magín, me atrevo á hacerle creer lo que no lleva pies ni cabeza, como fué aquello de la respuesta de la carta, y lo de habrá seis ó ocho días, que aún no está en la historia, conviene á saber, lo del encanto de mi señora Dulcinea, que le he dado á entender que está encantada, no siendo más verdad que por los cerros de Ubeda.

Rogóle la duquesa que le contase aquel encantamento ó burla, y Sancho se lo contó todo del mismo modo que había pasado, de que no poco gusto recibieron los oyentes; y prosiguiendo en su plática dijo la duquesa :

—De lo que el buen Sancho me ha contado me anda brincando un escrúpulo en el alma, y un