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T 92— cierto susurro llega á mis oídos, que me dice:] pues don Quijote de la Mancha es loco, menguado y mentecato, y Sancho Panza su escudero lo conoce, y con todo eso le sirve y le sigue, y va atenido á las vanas promesas suyas, sin duda alguna debe de ser él más loco y tonto que su amo:

y siendo esto así, como lo es, mal contado te será, señora duquesa, si al tal Sancho Panza le das insulas que gobierne, porque el que no sabe gobérnarse á sí ¿cómo sabrá gobernar á otros?

—Por Dios señora, dijo Sancho, que ese escrúpulo viene con parto derecho; pero dígale vuesa merced que hable claro, ó como quisiere, que yo conozco que dice verdad, que si yo fuera discreto, días ha que había de haber dejado á mi amo; pero esta fué mi suerte y esta mi malandanza: no puedo más, seguirle tengo, somos de un mismo lugar, he comido su pan, quiérole bien, es agradecido, dióme sus pollinos, y sobre todo yo soy fiel, y así es imposible que nos pueda apartar otro suceso que el de la pala y azadón y si vuestra altanería no quisiere que se me dé el prometido gobierno, de menos me hizo Dios, y podría ser que el no dármele redundase en pro de mi conciencia, que magüera tonto, se me entiende aquel refrán de por su mal le nacieron alas á la hormiga; y aun podría ser que se fuese más aína Sancho escudero al cielo, que no Sancho gobernador: tan buen pan hacen aquí como en Francia y de noche todos los gatos son pardos:

y asaz de desdichada es la persona que á las dos de la tarde no se ha desayunado: y no hay estómago que sea un palmo mayor que otro, el cual se puede llenar, como suele decirse, de paja y de heno: y las avecitas del campo tienen á Dios