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principio, y haciéndolo así, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: «Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo.» Mucha discreción fué menester para disimular el contento que recebí cuando llegó á mis oídos el título del libro, y salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real: que si él tuviera discreción, y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, én lengua castellana sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad; pero yo por facilitar más el negocio, y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje á mi casa donde en poco más de mes y medio la tradujo toda del mismo modo que aquí se refiere. Estaba en el primer cartapacio pintada muy al natural la batalla de don Quijote con el vizcaíno, puestos en la misma postura que la historia cuenta, levantadas las espadas, el uno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la mula del vizcaíno tan al vivo, que estaba mostrando ser de alquiler á tiro de ballesta. Tenía á los pies escrito el vizcaíno un título que decía: «Don Sancho de Azpeitia», que sin duda debía de ser su nombre, y á los pies de Rocinante otro que decía: «Don Quijote.» Estaba Rocinante maravillosamente pintado, tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto espinazo, tan ético confirmado, que mostra-