andan un mismo camino, en todo tiempo á tus ojos quise mostrarme polido.
Dejo el bailar por tu causa, ni las músicas te pinto, que has escuchado á deshoras y al canto del gallo primo.
No cuento las alabanzas que de tu belleza he dicho, que, aunque verdaderas, hacen ser yo de algunas malquisto.
Teresa del Berrocal, yo alabándote, me dijo:
tal piensa que adora á un ángel, y viene á adorar á un jimio; merced á los muchos dijes y á los cabellos postizos, y á hipócritas hermosuras, que engañan al amor mismo.
Desmentíla, y enojóse; volvió por ella su primo:
desafióme, y ya sabes lo que yo hice, y él hizo.
No te quiero yo á montón, ni te pretendo y te sirvo por lo de barraganía, que más bueno es mi designio.
Coyundas tiene la Iglesia, que son lazadas de sirgo:
pon tu cuello en la gamella, verás cómo pongo el mío.
Donde no, desde aquí juro por el santo más bendito, de no salir destas sierras sino para capuchino.