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compañero y caritativo y amigo de los buenos, y tenía una cara como una bendición. Después se vino á entender que el haberse mudado de traje no había sido por otra cosa que por andarse por estos despoblados en pos de aquella pastora Marcela que nuestro zagal nombró denantes; della se había enamorado el pobre difunto de Grisóstomo.

Y quiéroos decir ahora, porque es bien que lo sepáis, quién es esta rapaza; quizá y aun sin quizá no habréis oído semejante cosa en todos los días de vuestra vida, aunque viváis más años que Sarna.

— —Decid Sarra, replicó don Quijote, no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del cabrero.

—Harto vive la sarna, respondió Pedro; y si es, señor, que me habéis de andar zaheriendo á cada paso los vocablos, no acabaremos en un año.

Perdonad, amigo 'mío, dijo don Quijote, que por haber tanta diferencia de sarna á Sarra os lo dije; pero vos respondisteis muy bien, porque vive más sarna que Sarra, y proseguid vuestra historia, que no os replicaré más en nada.

—Digo pues, señor mío de mi alma, dijo el cabrero, que en nuestra aldea hubo un labrador, aun más rico, que el padre de Grisóstomo, el cual se llamaba Guillermo, y al cual dió Dios, amén de las muchas y grandes riquezas, una hija de cuyo parto murió su madre, que fué la más honrada mujer que hubo en estos contornos: no parece sino que ahora la veo con aquella cara que del un cabo tenía el sol y del otro la luna, y sobre todo hacendosa y amiga de los pobres, por lo que creo que debe de estar su ánima á la hora de hora gozando de Dios en el otro mundo. De pesar de la muerte de tan buena mujer murió su marido Guillermo,