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del Toboso. En estas pláticas iban cuando vieron que por la quiebra que dos altas montañas hacían, bajaban hasta veinte pastores, todos con pellicos de negra lana vestidos, y coronados con guirnaldas, que á lo que después pareció, eran cuál de tejo y cuál de ciprés. Entre seis dellos traían unas andas, cubiertas de mucha diversidad de flores y de ramos. Lo cual, visto por uno de los cabreros, dijo: Aquellos que allí vienen, son los que traen el cuerpo de Grisóstomo, y el pie de aquella montaña es el lugar donde él mandó que lo enterrasen. Por esto se dieron priesa á llegar, y fué á tiempo que ya los que venían, habían puesto las andas en el suelo, y cuatro dellos, con agudos picos estaban cabando la sepultura á un lado de una dura peña. Recibiéronse los unos á los otros cortésmente, y luego, don Quijote, y los que con él venían, se pusieron á mirar las andas, y en ellas vieron cubierto de flores un cuerpo muerto, y vestido como pastor, de edad al parecer de treinta años; y aunque muerto, mostraba que vivo había sido de rostro hermoso y de disposición gallarda. Alrededor del tenía en las mismas andas, algunos libros y muchos papeles abiertos y cerrados; y así los que esto miraban, como los que abrían la sepultura, y todos los demás que allí había, guardaban un maravilloso silencio, hasta que uno de los que al muerto trujeron, dijo á otro:

—Mira bien, Ambrosio, si es este el lugar que Grisóstomo dijo, ya que queréis que tan puntualmente se cumpla lo que dejó mandado en su testamento.

— —Este es, contestó Ambrosio, que muchas veces en él, me contó mi desdichado amigo, la historia de su desventura. Allí, me dijo él, que vió la