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vez primera á aquella enemiga mortal del linaje humano, y allí fué también, donde la primera vez le declaró su pensamiento tan honesto como enamorado, y allí fué la última vez donde Marcela le acabó de desengañar y desdeñar, de suerte, que puso fin á la tragedia de su miserable vida, y aquí, en memoria de tantas desdichas, quiso él que le depositasen en las entrañas del eterno olvido. Y volviéndose á don Quijote, y á los caminantes, prosiguió diciendo: Ese cuerpo, señores, que con piadosos ojos estáis mirando, fué depositario de una alma en quien el cielo puso infinita parte de sus riquezas. Ese es el cuerpo de Grisóstomo, que fué único en el ingenio, sólo en la cortesía, estremo en la gentileza, fénix en la amistad, magnífico sin tasa, grave sin presunción, alegre sin bajeza, y finalmente, primero en todo lo que es ser bueno, y sin segundo en todo lo que fué ser desdichado.

Quiso bien, fué aborrecido; adoró, fué desdeñado; rogó á una fiera, importunó á un mármol, corrió tras el viento, dió voces á la soledad, sirvió á la ingratitud, de quien alcanzó por premio ser despojo de la muerte en mitad de la carrera de su vida, á la cual dió fin una pastora, á quien él procuraba eternizar para que viviera en la memoria de las gentes; cual lo pudieran mostrar bien esos papeles que estáis mirando, si él no me hubiera mandado que los entregara al fuego en habiendo entregado su cuerpo á la tierra.

—De mayor rigor y crueldad, usaréis vos con ellos, dijo Vivaldo, que su misnio dueño, pues no es justo ni acertado que se cumpla la voluntad de quien lo que ordena, va fuera de todo razonable discurso; y no le tuviera bueno Augusto César, si consintiera que se pusiera en ejecución lo que el divi-