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escogí la hermosura que tengo, que tal cual esel cielo me la dió de gracia, sin yo pedilla ni escogella. Y así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa, que la hermosura en la mujer honesta, es como el fuego apartado ó como la espada aguda, que ni él quema ni ella corta á quien ellos no se acerca.

La honra y las virtudes son adornos del alma, sin los cuales, el cuerpo, aunque lo sea, no debe de parecer hermoso. Pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y al alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder á la intención de aquel que por sólo su gusto con todas sus fuerzas é industrias procura que pierda? Yo nací libre, y para poder vivir libre, escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos, con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado, y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista, he desengañado con las palabras. Y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna á Grisóstomo, ni á otro alguno el fin de ninguno dellos, bien se puede decir que antes le mató su porfía que mi crueldad.

Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada á CO rresponder á ellos, digo que cuando en ese mismo lugar, donde ahora se cava su sepultura, me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola DON QUIJOTE .—10 TOMO I VOL . 315