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la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él con todo ese desengaño quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido: mirad ahora si será razón que de su pena se me dé á mí la culpa. Quéjese el engañado, desespérese aquel á quien le faltaron las prometidas esperanzas, confíese el que yo llamare, ufánese el que yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel á quien yo no prometo, engaño, llamo ni admito. El cielo aun hasta ahora no ha querido que yo ame por destino; y el pensar que tengo de amar por elección, es escusado. Este general desengaño sirva á cada uno de los que me solicitan, de su particular provecho; y entiéndase de aquí adelante, que si alguno por mí muere, no muere de celoso ni desdichado, porque quien á nadie quiere, á ninguno debe dar celos, que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes.

El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga: que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel, y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera. Que si á Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda el que quiere que la tenga con los hombres? Yo, como sabéis,