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espacio, hasta que le pareció que estaban en su punto. Pidió luego alguna redoma para echallo, y como no la hubo en la venta, se resolvió de ponello en una alcuza ó aceitera de hoja de lata, de quien el ventero le hizo grata donación. Y luego dijo sobre la alcuza más de ochenta pater—nostres y otras tantas ave—marías, salves y credos, y á cada palabra acompañaba una cruz á modo de bendición: á todo lo cual, se hallaron presentes Sancho, el ventero y cuadrillero, que ya el arriero sosegadamente andaba entendiendo en el beneficio de sus machos. Hecho esto, quiso él mismo hacer luego la esperiencia de la virtud de aquel precioso bálsamo que él se imaginaba, y así se bebió, de lo que no pudo caber en la alcuza y quedaba en la olla donde se había cocido, casi media azumbre, y apenas lo acabó de beber, cuando comenzó á vomitar, de manera, que no le quedó cosa en el estómago, y con las ansias y agitación del vómito, le dió un sudor copiosísimo, por lo cual, mandó que le arropasen y le dejasen solo. Hicieronlo así, y quedóse dormido más de tres horas, al cabo de las cuales, despertó y se sintió aliviadísimo del cuerpo, y en tal manera, mejor de su quebrantamiento, que se tuvo por sano, y verdaderamente creyó que había acertado con el bálsamo de Fierabrás, y que con aquel remedio, podía acometer desde allí adelante sin temor alguno cualesquiera ruinas, batallas y pendencias por peligrosas que fuesen. Sancho Panza, que también tuvo á milagro la mejoría de su amo, le rogó que le diese á él lo que quedaba en la olla, que no era poca cantidad. Concedióselo don Quijote, y él, tomándola á dos manos, con buena fe y mejor talante, se la echó á pechos, y envasó bien poco -