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1771 razón corría por él como por su amo en no pagar cosa alguna en los mesones y ventas. Amohinose mucho desto el ventero, y amenazóle que si no le pagaba, que lo cobraría de modo que le pesase.

A lo cual Sancho respondió, que por la ley de caballería que su amo había recebido, no pagaría un solo cornado aún que le costase la vida, porque no había de perder por él la buena y antigua usanza de los caballeros andantes, ni se habían de quejar dél los escuderos de los tales que estaban por venir al mundo, reprochándole el quebrantamiento de tan justo fuero. Quiso la mala suerte del desdichado Sancho, que entre la gente que estaba en la venta se hallasen cuatro perailes de Segovia, tres agujeros del Potro de Córdoba y dos vecinos de la heria de Sevilla, gente alegre, bien intencionada, maleante y juguetona, los cuales, casi como instigados y movidos de un mismo espíritu, se llegaron á Sancho, y apeándole del asno, uno dellos entró por la manta de la cama del huésped, y echándole en ella, alzaron los ojos y vieron que el techo era algo más bajo de lo que habían menester para su obra, y determinaron salirse al corral que tenía por límite el cielo. Y puesto Sancho en mitad de la manta, comenzaron á levantarle en alto, y á holgarse con él como con perro por carnestolendas. Las voces que el mísero manteado daba fueron tantas, que llegaron á los oídos de su amo, el cual, deteniéndose á escuchar atentamente, creyó que alguna nueva aventura le venía, hasta que claramente conoció que el que gritaba era su escudero; y volviendo las riendas, con un penado galope llegó á la venta, y hallándola cerrada, la rodeó por ver si hallaba por donde DON QUIJOTE .—12 TOMO I VOL , 315