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hiciera, si á mí mismo me matara: y quiero que sepa vuestra reverencia, que yo soy un caballero de la Mancha, llamado don Quijote, y es mi oficio y ejercicio andar por el mundo enderezando tuertos y desfaciendo agravios.

—No sé como puede ser eso de enderezar tuertos, dijo el bachiller, pues á mí de derecho me habéis vuelto tuerto, dejándome una pierna quebrada, la cual no se verá derecha en todos los días de su vida; y el agravio que en mí habéis deshecho, ha sido dejarme agraviado de manera, que me quedaré agraviado para siempre, y harta desventura ha sido topar con vos, que vais buscando aventuras.

—No todas las cosas, respondió don Quijote, suceden de un mismo modo: el daño estuvo, señor bachiller Alonso López, en venir como veníades de noche, vestidos con aquellas sobrepellices, con las hachas encendidas, rezando, cubiertos de luto, que propiamente semejábades cosa mala y del otro mundo, y así yo no pude dejar de cumplir con mi obligación acometiéndoos, y os acometiera, aunque verdaderamente supiera que érades los mismos Satanases del infierno, que por tales os juzgué y tuve siempre.

—Ya que así lo ha querido mi suerte, dijo el bachiller, suplico á vuestra merced, señor caballero andante, que tan mala andanza me ha dado, me ayude á salir de debajo desta mula, que me tiene tomada una pierna entre el estribo y la silla.

—Hablara yo para mañana, dijo don Quijote, y hasta cuándo aguardábades á decirme vuestro afán?

Dió luego voces á Sancho Panza que viniese ; pero él no se curó de venir, porque andaba ocupa-