Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/216

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 214 —

lo echa de ver vuestra merced ahora más que nunca?

—En que ahora más que nunca hueles, y no á ámbar, respondió don Quijote.

—Bien podrá ser, dijo Sancho; mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced que me trae á 'deshoras y por estos no acostumbrados pasos.

—Retírate tres ó cuatro allá, amigo, dijo don Quijote (todo esto sin quitarse los dedos de las narices), y desde aquí adelante ten más cuenta con tu persona, y con lo que debes á la mía, que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado este menosprecio.

—Apostaré, replicó Sancho, que piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna cosa que no deba.

—Peor es meneallo, amigo Sancho, respondió don Quijote.

En estos coloquios y otros semejantes pasaron la noche amo y mozo; mas viendo Sancho que á más andar se venía la mañana, con mucho tiento desligó á Rocinante, y se ató los calzones.

Como Rocinante se vió libre, aunque él de suyo no era nada brioso, parece que se resintió, y comenzó á dar manotadas, porque corvetas, con perdón suyo, no las sabía hacer. Viendo, pues, don Quijote que ya Rocinante se movía, lo tuvo á buena señal, y creyó que lo era de que acometiese aquella temerosa aventura. Acabó en esto de descubrirse el alba, y de parecer distintamente las cosas, y vió don Quijote que estaba entre unos árboles altos, que eran castaños, que hacen la sombra muy escura: sintió también que el golpear no cesaba, pero no vió quién lo podía causar. Y así sin más detenerse hizo sentir las espue-