Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/217

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 215 —

las á Rocinante, y tornando á despedirse de Sancho, le mandó que allí le aguardase tres días á lo más largo, como ya otra vez se lo había dicho, y que si al cabo dellos no hubiese vuelto, tuviese por cierto que Dios había sido servido de que en aquella peligrosa aventura se le acabasen sus días.

Tornóle á referir el recado y embajada que había de llevar de su parte á su señora Dulcinea, y que en lo que tocaba á la paga de sus servicios no tuviese pena, porque él había dejado hecho su testamento antes que saliera de su lugar, donde se hallaría gratificado de todo lo tocante á su salario, rata por cantidad del tiempo que hubiese servido. Pero que si Dios le sacaba de aquel peligro sano y salvo y sin cautela, se podía tener por muy más que cierta la prometida ínsula. De nuevo tornó ar Sancho, oyendo de evo las lastimeras razones de su buen señor, y determinó de no dejarle hasta el último tránsito y fin de aquel negocio. Destas lágrimas y determinación tan honrada de Sancho Panza saca el autor desta historia que debía de ser bien nacido, y por lo menos cristiano viejo. Cuyo sentimiento enterneció algo á su amo; pero no tanto que mostrase flaqueza alguna, antes disimulando lo mejor que pudo, comenzó á caminar hacia la parte por donde le pareció que el ruido del agua y del golpear venía. Seguíale Sancho á pie, llevando, como tenía de costumbre, del cabestro á su jumento, perpetuo compañero de sus prósperas y adversas fortunas. Y habiendo andado una buena pieza por entre aquellos castaños y árboles sombríos, dieron en un pradecillo, que al pie de unas altas peñas se hacía, de las cuales se precipitaba un grandísimo golpe de agua.

Al pie de las peñas estaban unas casas mal hechas,