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merced; y si yo ahora te le he señalado á ti en el testamento cerrado que dejé en mi casa, fué por lo que podría suceder; que aun no sé como prueba en estos tan calamitosos tiempos nuestros la caballería, y no querría que por pocas cosas penase mi ánima en el otro mundo. Porque quiero que sepas, Sancho, que en él no hay estado más peligroso que el de los aventureros.

—Así es verdad, dijo Sancho, pues sólo el ruido de los mazos de un batán pudo alborotar y desasosegar el corazón de un tan valeroso andante aventurero como es vuestra merced; mas bien puedo estar seguro que de aquí adelante no despliegue mis labios para hacer donaire de las cosas de vuestra merced, si no fuere para honrarle como á mi amo y señor natural.

— —Desa manera, replicó don Quijote, vivirás sobre la haz de la tierra, porque después de los padres á los amos se ha de respetar como si lo fuesen.

CAPITULO XXI

Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas á nuestro invencible caballero.

En esto comenzó á llover un poco, y quisiera Sancho que se entraran en el molino de los batanes. Mas habíales cobrado tal aborrecimiento don Quijote por la pasada burla, que en ninguna manera quiso entrar dentro; y así torciendo el camino á la derecha mano, dieron en otro como el que