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han de quedar presos y enlazados en la intricable red amorosa, y con gran cuita en sus corazones por no saber cómo se han de fablar para descubrir sus ansias y sentimientos. Desde allí le llevarán sin duda á algún cuarto del palacio, ricamente aderezado, donde habiéndole quitado las armas, le traerán un rico mantón de escarlata con que se cubra; y si bien pareció armado, tan bien y mejor ha de parecer en farseto. Venida la noche, cenará con el rey, reina é infanta, donde nunca quitará los ojos della, mirándola á furto de los circunstantes, y ella hará lo mismo y con la misma sagacidad, porque como tengo dicho, es muy discreta doncella. Levantarse han las tablas, y entrará á deshora por la puerta de la sala un feo y pequeño enano, con una fermosa dueña, que entre dos gigantes detrás del enano viene con cierta aventura hecha por un antiquísimo sabio, que el que la acabase será tenido por el mejor caballero del mundo. Mandará luego el rey que todos los que están presentes la prueben, y ninguno le dará fin y cima, sino el caballero huésped, en mucho pro de su fama, de lo cual quedará contentísima la infanta, y se tendrá por contenta y pagada además por haber puesto y colocado sus pensamientos en tan alta parte. Y lo bueno es que este rey ó príncipe, ó lo que es, tiene una muy reñida guerra con otro tan poderoso como él, y el caballero huésped le pide (al cabo de algunos días que ha estado en su corte) licencia para ir á servirle en aquella guerra dicha. Darásela el rey de muy buen talante, y el caballero le besará cortesmente las manos por la merced que le face. Y aquella noche se despedirá de su señora la infanta por las rejas de un jardín que cae en el aposento donde ella duerine,