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es cuando esté en su seso y si tiene parientes á quien dar noticia de su desgracia. Esto es, señores, lo que sabré deciros de lo que me habéis preguntado; y entended, que el dueño de las prendas que hallastes, es el mismo que vistes pasar con tanta ligereza como desnudez (que ya le había dicho don Quijote cómo había visto pasar aquel hombre saltando por la sierra). El cual quedó admirado de lo que al cabrero había oído, y quedó con más deseo de saber quién era el desdichado loco, y propuso en sí lo mismo que ya tenía pensado de buscalle por toda la montaña, sin dejar rincón ni cueva en ella que no mirase hasta hallarle. Pero hízolo mejor la suerte de lo que él pensaba ni esperaba, porque en aquel mismo instante pareció por entre una quebrada de una sierra, que salía donde ellos estaban, el mancebo que buscaba, el cual venía hablando entre sí cosas que no podían ser entendidas de cerca, cuanto más de lejos. Su traje era cual se ha pintado, sólo que llegando cerca, vió don Quijote que un coleto hecho pedazos que sobre sí traía era de ámbar, por donde acabó de entender que persona que tales hábitos traía no debía de ser de infima calidad. En llegando el mancebo á ellos, los saludó con una voz desentonada y bronca, pero con mucha cortesía don Quijote le volvió las saludes con no menos comedimiento, y apeándose de Recinante, con gentil continente y donaire le fué á abrazar, y le tuvo un buen espacio estrechamente entre sus brazos, como si de luengos tiempos lo hubiera conocido. El otro, á quien podemos llamar el Roto de la mala figura, como á don Quijote el de la Triste, después de haberse dejado abrazar, le apartó un poco de sí, y puestas sus manos en los hombros de don Quijote, le estuvo mirando como -