Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/278

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 276 —

la plática, por no contravenir á lo que le tenía mandado. Mas no pudiendo sufrir tanto silencio, le dijo:

1 —Señor don Quijote, vuestra merced me eche su bendición, y me dé licencia, que desde aquí me quiero volver á mi casa, y á mi mujer, y á mis hijos, con los cuales por lo menos hablaré y departiré todo lo que quisiere; porque querer vuestra merced que vaya con él por estas soledades de día y de noche, y que no le hable cuando me diere gusto, es enterrarme en vida. Si ya quisiera la suerte que los animales hablaran, como hablaban en tiempo de Guisopete, fuera menos mal, porque departiera yo con mi jumento lo que me viniera en gana, y con eso pasara mi mala ventura: que es recia cosa, y que no se puede llevar en paciencia, andar buscando aventuras toda la vida, y no hallar sino coces y manteamientos, ladrillazos y puñadas, y con todo eso nos hemos de coser la boca, sin osar decir lo que el hombre tiene en su corazón, como si fuera mudo.

—Ya te entiendo, Sancho, respondió don Quijote; tú mueres porque te alce el entredicho que te tengo puesto en la lengua: dale por alzado, y dí lo que quisieres, con condición que no ha de durar este alzamiento más de en cuanto anduviéramos por estas sierras.

—Sea así, dijo Sancho, hable yo ahora, que después Dios sabe lo que será; y comenzando á gozar dese salvoconducto, digo que ¿qué le iba á vuestra merced en volver tanto por aquella reina Magimasa, ó cómo se llama? ¿ó qué hacía al caso que aquel abad fuese su amigo ó no? que si vuestra merced pasara con ello, pues no era su juez bien creo yo que el loco pasara adelante con su