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historia, y se hubieran ahorrado el golpe del guijarro y las coces, y aun más de seis torniscones.

—A fe, Sancho, respondió don Quijote, que si tú supieras como yo lo sé, cuán honrada y cuán principal señora era la reina Madásima, yo sé que dijeras que tuve mucha paciencia, pues no quebré la boca por donde tantas blasfemias salieron; porque es muy gran blasfemia decir ni pensar que una reina esté amancebada con un cirujano. La verdad del cuento es, que aquel maestro Elisabat, que el loco dijo, fué un hombre muy prudente de muy sanos consejos, y sirvió de ayo y de médico á la reina; pero pensar que ella era su amiga, es disparate digno de muy gran castigo: y porque veas que Cardenio no supo lo que dijo, has de advertir que cuando lo dijo, ya estaba sin juicio.

—Eso digo yo, dijo Sancho, que no había para qué hacer cuenta de las palabras de un loco; porque si la buena suerte no ayudara á vuestra merced, y encaminara el guijarro á la cabeza, como le encaminó al pecho, buenos quedáramos por haber vuelto por aquella mi señora, que Dios cohonda ; pues montas que no se librara Cardenio por loco.

—Contra cuerdos y contra locos está obligado cualquier caballero andante á volver por la honra de las mujeres, cualesquiera que sean, cuanto más por las reinas de tan alta guisa y pro como lo fué la reina Madásima, á quien yo tengo particular afición por sus buenas partes; porque fuera de haber sido fermosa, además fué muy prudente y muy sufrida en las calamidades, que las tuvo muchas, y los consejos y compañía del maestro Elisabat le fué y le fueron de mucho provecho y alivio para poder llevar sus trabajos con prudencia y paciencia; y de aquí tomó ocasión el vulgo ignorante y