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el valor de un hijo piadoso y la sagacidad de un valiente y entendido capitán, no pintándolos ni descubriéndolos como ellos fueron, sino como habían de ser, para dejar ejemplo á los venideros hombres de sus virtudes. Desta misma suerte, Amadís fué el norte, el lucero, el sol de los valientes y enamorados caballeros, á quien debemos imitar todos aquellos que debajo de la bandera de amor y de la caballería militamos. Siendo, pues, esto así, como lo es, hallo yo, Sancho amigo, que el caballero andante que más le imitare, estará más cerca de alcanzar la perfección de la caballería; y una de las cosas en que más este caballero mostró su prudencia, valor, valentía, sufrimiento, firmeza y amor, fué cuando se retiró, desdeñado de la señora Oriana, á hacer penitencia en la Peña Pobre, mudando su nombre en el de Beltenebros; nombre por cierto significativo y propio para la vida que él de su voluntad había escogido. Así que me es á mí más fácil imitarle en esto, que no en hender gigantes, descabezar serpientes, matar endriagos, desbaratar ejércitos, fracasar armadas y deshacer encantamentos: y pues estos lugares son tan acomodados para semejantes efetos, no hay para qué se deje pasar la ocasión, que ahora con tanta comodidad me ofrece sus guedejas.

—En efeto, dijo Sancho, ¿qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar?

—Ya no te he dicho, respondió don Quijote, que quiero imitar á Amadís, haciendo aquí del desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldán, cuando halló en una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco, arrancó los árboles, entur-