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No causó poca risa en los que hallaron los versos referidos el añadidura «del Toboso» al nombre de Dulcinea, porque imaginaron que debió imaginar don Quijote, que si en nombrando á Dulcinea no decía también el «Toboso» no se podría entender la coplá: y así fué la verdad, como él después confesó. Otros muchos escribió, pero como se ha dicho, no se pudieron sacar en limpio ni enteros más destas tres coplas. En esto y en suspirar y en llamar á los faunos y silvanos de aquellos bosques, á las ninfas de los ríos, á la dolorosa y húmida Eco, que le respondiesen, consolasen y escuchasen, se entretenía, y en buscar algunas yerbas con que sustentarse en tanto que Sancho volvía; que si como tardó tres días, tardara tres semanas, el caballero de la Triste Figura quedara tan desfigurado, que no lo conociera la madre que lo parió.

Y será bien dejalle envuelto entre sus suspiros y versos, por contar lo que le avino á Sancho Panza en su mandadería. Y fué que en saliendo al camino real, se puso en busca del Toboso, y otro día llegó á la venta donde le había sucedido la desgracia de la manta; y no la hubo bien visto, cuando le pareció que otra vez andaba en los aires, y no quiso entrar dentro, aunque llegó á hora que lo pudiera y debiera hacer por ser la del comer, y Îlevar en deseo de gustar algo caliente, que había grandes días que todo era fiambre. Esta necesidad le forzó á que llegase junto á la venta, todavía dudoso si entraría ó no; y estando en eso, salieron de la venta dos personas, que luego le conocieron, y dijo el uno al otro :

—Dígame, señor licenciado, ¿aquél del caballo no es Sancho Panza, el que dijo el ama de nuestro