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dió, que aquella tan miserable.vida dejase, porque allí no la perdiese, que era la desdicha mayor de las desdichas. Estaba Cardenio entonces en su entero juicio, libre de aquel furioso accidente que tan amenudo le sacaba de sí mismo: y así viendo á los dos en traje tan no usado de los que por aquellas soledades andaban, no dejó de admirarse algún tanto y más cuando oyó que le habían hablado en su negocio como en cosa sabida, porque las razones que el cura le dijo, así lo dieron á entender; y así respondió desta manera:

—Bien veo yo, señores, quien quiera que seáis, que el cielo, que tiene cuidado de socorrer á los buenos, y aún á los malos muchas veces, sin yo merecerlo me envía en estos tan remotos y apartados lugares del trato común de las gentes, algunas personas que, poniéndome delante de los ojos con vivas y varias razones, cuán sin ella ando en hacer la vida que hago, han procurado sacarme desta á mejor parte; pero como no saben que sé yo, que en saliendo deste daño he de caer en otro mayor, quizá me deben de tener por hombre de flacos discursos, y aún lo que peor sería, por de ningún juicio. Y no sería maravilla que así fuese, porque á mí se me trasluce que la fuerza de la imaginación de mis desgracias es tan intensa y puede tanto en mi perdición, que sin que yo pueda ser parte á estorbarlo, vengo á quedar como piedra, falto de todo buen sentido y conocimiento ; y vengo á caer en la cuenta desta verdad, cuando algunos me dicen y muestran señales de las cosas que he hecho en tanto que aquel terrible accidente me señorea, y no sé más que dolerme en vano, y maldecir sin provecho mi ventura, y dar por disculpa de mis locuras el decir la causa dellas