Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/329

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sado y molido, que apenas puedo moverme. Mi más común habitación es el hueco de un alcornoque, capaz de cubrir este miserable cuerpo. Los vaqueros y cabreros que andan por estas montañas, movidos de caridad, me sustentan poniéndome el manjar por los caminos y por las peñas por donde entienden que acaso podré pasar y hallarlo; y así, aunque entonces me faltase el juicio, la necesidad natural me da á conocer el mantenimiento, y despierta en mí el deseo de apetecerlo y la voluntad de tomarlo. Otras veces me dicen ellos, cuando me encuentran con juicio, que yo salgo á los caminos, y que se lo quito por fuerza, aunque me lo den de grado, á los pastores que vienen con ello del lugar á las majadas. Desta manera paso mi miserable y estrema vida, hasta que el cielo sea servido de conducirla á su último fin, ó de ponerla en mi memoria, para que no me acuerde de la hermosura y de la traición de Luscinda, y del agravio de don Fernando; que si esto él hace sin quitarme la vida, yo volveré á mejor discurso mis pensamientos: donde no, no hay sino rogarle que absolutamente tenga misericordia de mi alma, que yo no siento en mí valor ni fuerzas para sacar el cuerpo de esta estrecheza en que por mi gusto he querido ponerle. Esta es, oh señores, la amarga historia de mi desgracia: decidme si es tal que pueda celebrarse con menos sentimientos que en los que en mí habéis visto. Y no os canséis en persuadirme ni aconsejarme lo que la razón os dijere que puede ser bueno para mi remedio, porque ha de aprovechar conmigo lo que aprovecha la medicina recetada de famoso médico al enfermo que recebir no la quiere. Yo no quiero salud sin Luscinda; y pues ella gusta de ser ajena, siendo ó debiendo 1