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mero, torné algún tanto á cobrar mis perdidos espíritus, y con más ánimo del que pensé que pudiera tener, le dije: Si como estoy, señor, en tus brazos, estuviera entre los de un león fiero, y el librarme dellos se me asegurara con que hiciera ó dijera cosa que fuera en perjuicio de mi honestidad, así fuera posible hacella ó decilla como es posible dejar de haber sido lo que fué, así que, si tú tienes ceñido mi cuerpo con tus brazos, yo tengo asida mi alma con mis buenos deseos, que son tan diferentes de los tuyos, como lo verás si con hacerme fuerza quisieres pasar adelante en ellos. Tu vasalla soy, pero no tu esclava: ni tiene ni debe tener imperio la nobleza de tu sangre para deshonrar y tener en poco la humildad de la mía, y en tanto me estimo yo villana y labradora, como tú señor y caballero. Conmigo no han de ser de ningún efeto tus fuerzas, ni han de tener valor tus riquezas, ni tus palabras han de poder engañarme, ni tus suspiros y lágrimas enternecerle :

si alguna de todas estas cosas que he dicho, viera yo en el que mis padres me dieran por esposo, á su voluntad se ajustara la mía, y mi voluntad de la suya no saliera: de modo que como quedara con honra, aunque quedara sin gusto, de grado te entregara lo que tú, señor, ahora con tanta fuerza procuras: todo esto he dicho, porque no es pensar que de mí alcance cosa alguna el que no fuere mi legítimo esposo. Si no reparas más que en eso, bellísima Dorotea, que este es el nombre desta desdichada, dijo el desleal caballero, ves aquí te doy la mano de serlo tuyo y sean testigos desta verdad los cielos, á quien ninguna cosa se esconde, y esta imagen de nuestra Señora que aquí tienes.