Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/339

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za de alcanzar su deseo. Todos estos recatos míos, que él debía de tener por desdenes, debieron ser causa de avivar más su lascivo apetito (que este nombre quiero dar á la voluntad que me mostraba), la cual si ella fuera como debía, no la supiérades vosotros ahora, porque hubiera faltado la ocasión de decírosla. Finalmente, don Fernando supo que mis padres andaban para darme estado, por quitalle á él la esperanza de poseerme, y esta nueva sospecha fué causa para que hiciese lo que ahora oiréis, y fué que una noche, estando yo en mi aposento con sola la compañía de una doncella que me servía, teniendo bien cerradas las puertas, por temor que por descuido mi honestidad no se viese en peligro, sin saber ni imaginar cómo, en medio destos recatos y prevenciones, y en la soledad deste silencio y encierro, me le hallé delante, cuya vista me turbó de manera que me quitó la de mis ojos, y me enmudeció la lengua; y así no fuí poderosa de dar voces, ni aun él creo que me las dejara dar, porque luego se llegó á mí, y tomándome entre sus brazos (porque yo, como digo, no tuve fuerzas para defenderme según estaba turbada), comenzó á decirme tales razones, que no sé cómo es posible que tenga tanta habilidad la mentira, que las sepa componer de modo que parezcan tan verdaderas; hacía el traidor que sus lágrimas acreditasen sus palabras, y los suspiros su intención. Yo, pobrecilla, sola entre los míos, mal ejercitada en casos semejantes, comencé no sé en qué modo á tener por verdaderas tantas falsedades, pero no de suerte que me moviesen á compasión, menos que buena, sus lágrimas y suspiros, y así pasándoseme aquel sobresalto priDON QUIJOTE .—22 TOMO I VOL . 315