Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/350

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 348 —

seré dellos bien recebida, es tanta la vergüenza que me ocupa sólo al pensar que, no como ellos pensaban, tengo de parecer á su presencia, que tengo por mejor desterrarme para siempre de su vista, que no verles el rostro con pensamiento que ellos miran el mío ajeno de la honestidad que de mí se debían de tener prometida.

Calló en diciendo esto, y el rostro se le cubrió de un color que mostró bien claro el sentimiento y vergüenza del alma. En las suyas sintieron los que escuchado la habían, tanta lástima como admiración de su desgracia; y aunque luego quisiera el cura consolarla y aconsejarla, tomó primero la mano Cardenio, diciendo:

—En fin, señora, ¿que tú eres la hermosa Dorotea, la hija única del rico Clenardo?

Admirada quedó Dorotea cuando oyó el nombre de su padre, y de ver cuán de poco era el que le nombraba, porque ya se ha dicho de la mala manera que Cardenio estaba vestido; y así le dijo:

—¿Y quién sois vos, hermano, que así sabéis el nombre de mi padre? porque yo hasta ahora, si mal no me acuerdo, en todo el discurso del cuento de mi desdicha no lo he nombrado.

—Soy, respondió Cardenio, aquel sin ventura, que según vos, señora, habéis dicho, Luscinda dijo que era su esposo: soy el desdichado Cardenio, á quien el mal término de aquél que á vos os ha puesto en el que estáis, me ha traído á que me veáis cual me veis, roto, desnudo, falto de todo humano consuelo, y lo que es peor de todo, falto de juicio, pues no lo tengo sino cuando al cielo se le antoja dármele por algún breve espacio. Yo, Dorotea, soy el que me hallé presente á las sinrazones de don Fernando, y el que aguardó á oir el