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aquel lugar, y que se fuese al del Toboso, donde le quedaba esperando, había respondido que estaba determinado de no parecer ante su fermosura, fasta que hobiese fecho fazañas que le ficieran digno de su gracia; y que si aquello pasaba adelante, corría peligro de no venir á ser emperador, como estaba obligado, ni aun arzobispo, que era lo menos que podía ser: por eso, que mirasen lo que se había de hacer para sacarle de allí. El licenciado le respondió que no tuviese pena, que ellos le sacarían de allí, mal que le pesase.

Contó luego á Cardenio y á Dorotea lo que tenían pensado para remedio de don Quijote, á lo menos para llevarle á su casa; á lo cual dijo Dorotea, que ella haría la doncella menesterosa mejor que el barbero, y más que tenía allí vestidos con que hacerlo al natural, y que la dejasen el cargo de saber representar todo aquello que fuese menester para llevar adelante su intento, porque ella había leído muchos libros de caballerías, y sabía bien el estilo que tenían las doncellas cuitadas, cuando pedían sus dones á los andantes caballeros.

—Pues no es menester más, dijo el cura, sino que luego se ponga por obra, que sin duda la buena suerte se muestra en favor mío, pues tan sin pensarlo, á vosotros, señores, se os ha comenzado á abrir puerta para vuestro remedio, y á nosotros se nos ha facilitado la que habíamos menester.

Sacó luego Dorotea de su almohada una saya entera de cierta telilla rica, y una mantellina de otra vistosa tela verde, y de una cajita un collar y otras joyas, con que en un instante se adornó, de manera que una rica y gran señora parecía.

Todo aquello y más dijo que había sacado de su casa para lo que se ofreciese, y que hasta entonces.

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