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gros? ¿Habrá más que cargar con ellos y traerlos á España, donde los podré vender, y á donde me los pagarán de contado, de cuyo dinero podré comprar algún título ó algún oficio con que vivir descansado todos los días de mi vida? No sino dormíos, y no tengáis ingenio ni habilidad para disponer de las cosas, y para vender treinta ó diez mil vasallos en dácame esas pajas: por Dios que los he de volar chico con grande, ó como pudiere, y que por negros que sean los he de volver blancos ó amarillos:

llegaos, que me mamo el dedo.

Con esto andaba tan solícito y tan contento, que se le olvidaba la pesadumbre de caminar á pie.

Todo esto miraban de entre unas breñas Cardenio y el cura, y no sabían que hacerse para ajuntarse con ellos; pero el cura, que era gran tracista, imaginó luego lo que harían para conseguir lo que deseaban, y fué que con unas tijeras que traía en un estuche, quitó con mucha presteza la barba á Cardenio, y vistióle un capotillo pardo que él traía, y dióle un herreruelo negro, y él se quedó en calzas y en jubón, y quedó tan otro de lo que antes parecía Cardenio, que él mismo no se conociera aunque á un espejo se mirara. Hecho esto, pues ya que los otros habían pasado adelante en tanto que ellos se disfrazaron, con facilidad salieron al camino real antes que ellos, porque las malezas y malos pasos de aquellos lugares no concedían que anduviesen tanto los de á caballo como los de á pie. En efeto, ellos se pusieron en el llano á la salida de la sierra; y así como salió della don Quijote y sus camaradas, el cura se le puso á mirar muy despacio, dando señales de que le iba reconociendo, y al cabo de haberle una buena pieza estado mirando, se fué á él abiertos los brazos y diciendo á voces :