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y mal trecha, que pues todo lo sanaba, á más que barbas aprovechaba. Así es, dijo el eura, y prometió de enseñársele en la primera ocasión. Concertáronse que por entonces subiese el cura, y á trechos se fuesen los tres mudando hasta que llegasen á la venta, que estaría hasta dos leguas de allí. Puestos los tres á caballo, es á saber, don Quijote, la princesa y el cura, y los tres á pie, Cardenio, el barbero y Sancho Panza, don Quijote dijo á la doncella:

—Vuestra grandeza, señora mía, guíe por donde más gusto le diere; y antes que ella respondiese, dijo el licenciado :

Hacia qué reino quiere guiar la vuestra señoría? ¿Es por ventura hacia el de Micomicón? que sí debe ser ó yo sé poco de reinos.

Ella, que estaba bien en todo, entendió que había de responder que sí, y así dijo:

—Sí, señor, hacia ese reino es mi camino.

—Si así es, dijo el cura, por la mitad de mi pueblo hemos de pasar, y de allí tomará vuestra merced la derrota de Cartagena, donde se podrá embarcar con la buena ventura, y si hay viento próspero, mar tranquilo y sin borrasca, en poco menos de nueve años se podrá estar á la vista de la gran laguna Meona, digo Meótides, que está poco más de cien jornadas más acá del reino de vuestra grandeza.

—Vuestra merced está engañado, señor mío, dijo ella, porque no ha dos años que yo partí del, y en verdad que nunca tuve buen tiempo, y con todo eso he llegado á ver lo que tanto deseaba, que es el señor don Quijote de la Mancha, cuyas nuevas llegaron á mis oídos así como puse los pies en España, y ellas me movieron á buscarle para encomendar-