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demasiada ó no tan acertada como debiera, echad la culpa á lo que el señor licenciado dijo al principio de mi cuento, que los trabajos continuos y extraordinarios quitan la memoria al que los pa— dece.

—Esa no me quitarán á mí, oh alta y valerosa señora, dijo don Quijote, cuantos yo pasare en serviros, por grandes y no vistos que sean: y así de nuevo confirmo el don que os he prometido, y juro de ir con vos al cabo del mundo hasta verme con el fiero enemigo vuestro, á quien pienso, con el ayuda de Dios y de mi brazo, tajar la cabeza soberbia con los filos desta, no quiero decir buena espada, merced á Ginés de Pasamonte, que me llevó la mía. Esto dijo entre dientes, y prosiguió diciendo: Y después de habérsela tajado y puéstoos en pacífica posesión de vuestro estado, quedará á vuestra voluntad hacer de vuestra persona lo que más en talante os viniere, porque mientras que yo tuviere ocupada la memoria y cautiva la voluntad, perdido el entendimiento por aquella... y no digo más, no es posible que yo arrostre ni por pienso el casarme, aunque fuese con el ave fénix.

Parecióle tan mal á Sancho lo que últimamente su amo dijo acerca de no querer casarse, que con grande enojo alzando la voz dijo:

—Voto á mí, y juro á mí, que no tiene vuestra merced, señor don Quijote, cabal juicio: pues ¿cómo es posible que ponga vuestra merced en duda el casarse con tan alta princesa como aquesta? ¿piensa que le ha de ofrecer la fortuna tras cada cantillo semejante ventura como la que ahora se le ofrece? ¿Es por dicha más hermosa mi DON QUIJOTE .—24 TOMO I VOL . 315