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1 señora Dulcinea? no por cierto, ni aun con la mitad; y aún estoy por decir que no llega á su zapato de la que está adelante. Así noramala alcanzaré yo el condado que espero, si vuestra merced se anda á pedir cotufas en el golfo: cásese, cásese luego, encomiéndole yo á Satanás, y tome ese reino que se le viene á las manos de bobis bobis, y en siendo rey hágame marqués ó adelantado, y luego siquiera se lo lleve el diablo todo.

Don Quijote, que tales blasfemias oyó decir contra su señora Dulcinea, no lo pudo sufrir, y alzando el lanzón, sin hablalle palabra á Sancho y sin decirle esta boca es mía, le dió tales dos palos, que dió con él en tierra; y si no fuera porque Dorotea le dió voces que no le diera más, sin duda le quitara allí la vida.

— Pensáis, le dijo á cabo de rato, villano ruín, que ha de haber lugar siempre para ponerme la mano en la horcajadura, y que todo ha de ser errar vos y perdonar yo? Pues no lo penséis, bellaco descomulgado, que sin duda lo estás, pues has puesto lengua en la sin par Dulcinea; ¿y no sabéis vos, faquín, belitre, que si no fuese por el valor que ella infunde en mi brazo, que no le tendría yo para matar una pulga? Decid, socarrón de lengua viperina, ¿y quién pensáis que ha ganado este reino y cortado la cabeza á este gigante, y héchoos á vos marqués (que todo esto doy ya por hecho y por cosa pasada en cosa juzgada), sino es el valor de Dulcinea, tomando á mi brazo por instrumento de sus hazañas? Ella pelea en mí, vence en mí, y yo vivo y respiro en ella, y tengo vida y sér. ¡Oh hideputa bellaco, y cómo sois desagradecido, que os veis levantado del polvo de la