Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/392

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 390 —

peda arremetió al barbero, y asiéndole de la barba, dijo:

—Para mi santiguada, que no se ha aún de aprovechar más de mi rabo para su barba, y que me ha de volver mi cola; que anda lo de mi marido por esos suelos que es una vergüenza: digo el peine que solía yo colgar de mi buena cola.

No se la quería dar el barbero, aunque ella más tiraba, hasta que el licenciado le dijo que se la diese, que ya no era menester más usar de aquella industria, sino que se descubriese y mostrase en su misma forma, y dijese á don Quijote que cuando le despojaron los ladrones galeotes, se había venido á aquella venta huyendo; y que si preguntase por el escudero de la princesa, le dirían que ella le había enviado adelante á dar aviso á los de su reino, como ella iba y llevaba consigo el libertador de todos. Con esto dió de buena gana la cola á la ventera el barbero, y asimismo le volvieron todos los adherentes que había prestado para la libertad de don Quijote. Espantáronse todos los de la venta de la hermosura de Dorotea, y aun del buen talle del zagal Cardenio. Hizo el cura que les aderezasen de comer de lo que en la venta hubiese, y el huésped, con esperanza de mejor paga, con diligencia les aderezó una razonable comida :

y á todo esto dormía don Quijote, y fueron de parecer de no despertalle, porque más provecho le haría por entonces el dormir que el comer. Trataron sobre comida, estando delante el ventero, su mujer, su hija, Maritornes y todos los pasajeros, de la estraña locura de don Quijote y del modo que le había hallado. La huéspeda les contó lo que con él y con el arriero les había acontecido, mirando si acaso estaba allí Sancho: como no le