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1 sento, y por los agujeros de la cerradura estuvo mirando y escuchando lo que los dos trataban, y vió que en más de media hora Lotario no habló palabra á Camila, ni se la hablara si allí estuviera un siglo, y cayó en la cuenta de que cuanto su amigo le había dicho de las respuestas de Camila, todo era ficción y mentira; y para ver si esto era ansí, salió del aposento, y llamando á Lotario aparte, le preguntó qué nuevas había y de qué temple estaba Camila, Lotario respondió que no pensaba más darle puntada en aquel negocio, porque respondía tan áspera y desabridamente, que no tendría ánimo para volver á decirle cosa alguna.

—¡Ah! dijo Anselmo, Lotario, Lotario, y cuan mal correspondes á lo que me debes y á lo mucho que de ti confío. Ahora te he estado mirando por el lugar que concede la entrada desta llave, y he visto que no has dicho palabra á Camila, por donde me doy á entender que aun las primeras le tienes por decir; y si esto es así, como sin duda lo es, ¿para qué me engañas, ó por qué quieres quitarme con tu industria los medios que yo podría hallar para conseguir mi deseo?

No dijo más Anselmo; pero bastó lo que había dicho para dejar corrido y confuso á Lotario, el cual casi tomando como por punto de honra el haber sido hallado en mentira, juró á Anselmo que desde aquel momento tomaba tan á su cargo el contentalle y no mentille, cual lo vería si con curiosidad lo espiaba; cuanto más, que no sería menester usar de ninguna diligencia, porque la que él pensaba poner en satisfacelle le quitaría de toda sospecha. Creyóle Anselmo, y para dalle