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mar trabajo de escribir los versos, que él los haría.

—No será menester eso, dijo Lotario, pues no me son tan enemigas las musas que algunos ratos del año no me visiten: dile tú á Camila lo que has dicho del fingimiento de mis amores, que los versos yo los haré, y si no tan buenos como el sujeto merece, serán por lo menos los mejores que yo pudiere.

1 Quedaron deste acuerdo el impertinente y el traidor amigo, y vuelto Anselmo á su casa preguntó á Camila lo que ella ya se maravillaba que no se lo hubiese preguntado, que fué que le dijese la ocasión porque le había escrito el papel que le envió. Camila le respondió, que le había parecido que Lotario la miraba un poco más desenvueltamente que cuando él estaba en casa, pero que ya estaba desengañada y creía que había sido imaginación suya, porque ya Lotario huía de vella y de estar con ella á solas. Díjole Anselmo que bien podía estar segura de aquella sospecha, porque él sabía que Lotario andaba enamorado de una doncella principal de la ciudad, á quien él celebraba debajo del nombre de Clori, y que aunque no lo estuviera, no había de temer de la verdad de Lotario y de la mucha amistad de entrambos; y á no estar avisada Camila de Lotario de que eran fingidos aquellos amores de Clori, y que él se lo había dicho á Anselmo para poder ocuparse algunos ratos en las mismas alabanzas de Camila, ella sin duda cayera en la desesperada red de los celos; más por estar ya advertida, pasó aquel sobresalto sin pesadumbre. Otro día, estando los tres sobre la mesa, rogó Anselmo á Lotario dijese alguna cosa de las que había compuesto á su amada