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iba añadiendo eslabón á la cadena con que se enlazaba y trababa su deshonra, pues cuando más Lotario le deshonraba, entonces le decía que estaba más honrado: y con esto todos los escalones que Camila bajaba hacia el centro de su menosprecio, los subía en la opinión de su marido hacia la cumbre de la virtud y de su buena fama. Sucedió en esto, que hallándose una vez entre otras sola Camila con su doncella, le dijo:

—Corrida estoy, amiga Leonela, de ver en cuán poco he sabido estimarme, pues siquiera no hice que con el tiempo comprara Lotario la entera posesión que le dí tan presto de mi voluntad. Temo que ha de desestimar mi presteza ó ligereza, sin que eche de ver la fuerza que él me hizo para no poder resistirle.

— —No te dé pena eso, señora mía, respondió Leonela, que no está la monta ni es causa para menguar la estimación darse lo que se dá presto, si en efeto lo que se da es bueno y ello por sí digno de estimarse; y aun suele decirse que el que luego da, da dos ves.

También se suele decir, dijo Camila, que lo que cuesta poco, se estima en menos.

—No corre por ti esa razón, respondió Leonela, porque el amor, según he oído decir, unas vuela y otras anda, con este corre y con aquel va despacio, á unos entibia y á otros abrasa, á unos hiere y á otros mata; en un mismo punto comienza la carrera de sus deseos, y en aquel mismo punto la acaba y concluye; por la mañana suele poner el cerco á una fortaleza, y á la noche la tiene rendida, porque no hay fuerza que le resista. Y siendo así ¿de qué te espantas, ó de qué temes, si lo mismo debe de haber acontecido á Lotario, habien-