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tario, más en cuanto enamorados, siempre quedan tan cortos como verdaderos.

—No hay duda deso, replicó Anselmo, todo por apoyar y acreditar los pensamientos de Lotario con Camila, tan descuidada del artificio de Anselmo, como ya enamorada de Lotario; y así con el gusto que de sus cosas tenía, y más teniendo por entendido que sus deseos y escritos á ella se encaminaban, y que ella era la verdadera Clori, le rogó que si otro soneto ó otros versos sabía, los dijese.

—Si sé, respondió Lotario; pero no creo que es tan bueno como el primero, ó por mejor decir menos malo, y podréislo bien juzgar, es éste:

SONETO

Yo sé que muero, y si no soy creído, es más cierto el morir, como es más cierto verme á tus pies, ó bella ingrata, muerto, antes que de adorarte arrepentido.

Podré yo verme en la región de olvido, de vida y gloria y de favor desierto, y allí verse podrá en mi pecho abierto como tu rostro hermoso está esculpido.

Que esta reliquia guardo para el duro trance que me amenaza mi porfía, que en tu mismo rigor se fortalece.

¡Ay de aquel que navega, el cielo escuro, por mar no usado y peligrosa vía, adonde norte ó puerto no se ofrece!

También alabó este segundo soneto Anselmo, como había hecho con el primero, y desta manera