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amigo, y cuán injustamente él le agraviaba; y aunque Anselmo veía que Lotario no se alegraba, creía ya ser la causa por haber dejado á Camila herida y haber él sido la causa; y así entre otras razones le dijo que no tuviese pena del suceso de Camila, porque sin duda la herida era ligera, pues quedaban de concierto de encubrírsela á él; y que según esto, no había de qué temer, sino que de allí adelante se gozase y alegrase con él, pues por su industria y medio él se veía levantado á la más alta felicidad que acertara desearse, y quería que no fuesen otros sus entretenimientos que el hacer versos en alabanza de Camila, que la hiciesen eterna en la memoria de los siglos venideros. Lotario alabó su buena determinación, y dijo que él por su parte ayudaría á levantar tan ilustre edificio. Con esto quedó Anselmo el hombre más sabrosamente engañado que pudo haber en el mundo: él mismo llevaba por la mano á su casa, creyendo que llevaba el instrumento de su gloria, toda la perdición de su fama: recibíale Camila con rostro al parecer torcido, aunque con alma risueña. Duró este engaño algunos días, hasta que al cabo de pocos meses volvió fortuna su rueda, y salió á plaza la maldad, con tanto artificio hasta allí encubierta, y á Anselmo le costó la vida su impertinente curiosidad.