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no podía dejar de ver: á lo que Leonela respondía, que ella ni aún burlando no sabía mentir.

—Pues yo, hermana, replicó Camila, ¿qué tengo de saber? que no me atreveré á forjar ni sustentar una mentira, si me fuese en ello la vida.

Y si es que no hemos de saber dar salida á esto, mejor será decirle la verdad desnuda, que no que nos alcance en mentirosa cuenta.

—No tengas pena, señora; de aquí á mañana, respondió Leonela, yo pensaré qué le digamos, y quizá que por ser la herida donde es, se podrá encubrir sin que él la vea, y el cielo será servido de favorecer á nuestros tan justos y tan honrados pensamientos. Sosiégate, señora mía, y procura sosegar tu alteración, porque mi señor no te halle sobresaltada; y lo demás déjalo á mi cargo, y al de Dios, que siempre acude á los buenos deseos.

Atentísimo había estado Anselmo á escuchar y á ver representar la tragedia de la muerte de su honra; la cual con tal estraños y eficaces afectos la representaron los personajes della, que pareció que se habían trasformado en la misma verdad de lo que fingían. Deseaba mucho la noche, y el tener lugar para salir de su casa, y ir á verse con su buen amigo Lotario, congratulándose con él de la margarita preciosa que había hallado en el desengaño de la bondad de su esposa. Tuvieron cuidado las dos de darle lugar y comodidad á que saliese, y él sin perdella salió, y luego fué á buscar á Lotario, el cual hallado, no se puede buenamente contar los abrazos que le dió, las cosas de su contento le dijo, las alabanzas que dió á Camila. Todo lo cual escuchó Lotario sin poder dar muestras de alguna alegría, porque se le representaba á la memoria cuán engañado estaba su