Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/46

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 44 —

mucha sandez además la risa que de leve causa procede pero non vos lo digo porque os acuitedes ni mostredes mal talante, que el mío non es de al que de serviros.

El lenguaje no entendido de las señoras y el mal talle de nuestro caballero acrecentaban en ellas la risa y en él el enojo, y pasara muy adelante, si á aquel punto no saliera el ventero, hombre que por ser muy gordo era muy pacífico, el cual viendo aquella figura contrahecha, armada de armas tan desiguales, como eran la brida, lanza, adarga y coselete, no estuvo en nada en acompañar á las doncellas en las muestras de su contento. Mas en efeto, temiendo la máquina de tantos pertrechos, determinó de hablarle comedidamente, y así le dijo:

—Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén del lecho (porque en esta venta no hay ninguno) todo lo demás se hallará en ella en mucha abundancia.

Viendo don Quijote la humildad del alcaide de la fortaleza (que tal le pareció á él el ventero y la venta) respondió:

—Para mí, señor castellano, cualquiera cosa basta, porque mis arreos son las armas, mi descanso el pelear, etc.

Pensó el huésped que el haberlo llamado castellano había sido por haberle parecido de los sanos de Castilla, aunque él era andaluz y de los de la playa de Sanlúcar, no menos ladrón que Caco, ni menos maleante que estudiante ó paje, y así le respondió:

—Según eso, las camas de vuestra merced, serán duras peñas, y su dormir siempre velar: y siendo así, bien se puede apear con seguridad de hallar en esta choza ocasión y ocasiones para no dormir en