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todo un año, cuanto más en una noche. Y diciendo esto fué á tener del estribo á don Quijote, el cual se apeó con mucha dificultad y trabajo, como aquel que en todo aquel día no se había desayunado.

Dijo luego al huésped que le tuviese mucho cuidado de su caballo, porque era la mejor pieza que comía pan en el mundo. Miróle el ventero, y no le tan bueno como decía, ni aun la mitad: y acomodándole en la caballeriza, volvió á ver lo que su huésped mandaba, al cual estaban desarmando las doncellas (que ya se habían reconciliado con él), las cuales, aunque le habían quitado el peto y el espaldar, jamás supieron ni pudieron desencajarle la gola, ni quitarle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes y era menester cortarlas por no poderse quitar los nudos; mas él no lo quiso consentir en ninguna manera; y así se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la más graciosa y estraña figura que se pudiera pensar: y al desarmarle, como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le desarmaban eran algunas principales señoras y damas de aquel castillo, les dijo con mucho donaire :

Nunca fuera caballero de damas tan bien servido, como fuera don Quijote cuando de su aldea vino:

doncellas curaban dél, princesas de su rocino, ó Rocinante, que este es el nombre, señoras mías, de mi caballo, y don Quijote de la Mancha el mío:

que puesto que no quisiera descubrirme fasta que