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— por lo que pudiese sucederles; y que asímismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas que recebían, porque no siempre en los campos y desiertos donde se combatían y salían heridos había quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría trayendo por el aire en alguna nube alguna doncella ó enano con alguna redoma de agua de tal virtud, que en gustando alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen tenido: mas que en tanto que esto no hubiese, tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus escuderos fuesen proveídos de dineros y de otras cosas necesarias, como eran hilas y ungüentos para curarse y cuando sucedía que los talescaballeros no tenían escuderos (que eran pocas y raras veces) ellos mismos lo llevaban todo en unas alforjas muy sutiles, que casi no se parecían, á las ancas del caballo, como que era otra cosa de más importancia; porque no siendo por ocasión semejante, esto de llevar alforjas no fué muy admitido entre los caballeros andantes: y por esto le daba por consejo, pues aun se lo podía mandar como á su ahijado que tan presto lo había de ser, que no caminase de allí adelante sin dineros y sin las prevenciones referidas, y que vería cuán bien se hallaba con ellas, cuando menos se pensase. Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y así se dió luego orden como velase las armas en un corral grande que á un lado de la venta estaba, y recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto á un pozo estaba, y embrazando su adarga asió de su lanza, y con gentil continente se comenzó á pasear delante