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linera, ofreciéndole nuevos servicios y mercedes.

Hechas, pues, de galope y apriesa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vió la hora don Quijote de verse á caballo, y salir buscando las aventuras; y ensillando luego á Rocinante subió en él, y abrazando á su huésped le dijo cosas tan estrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar á referirlas.

El ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retóricas, aunque con más breves palabras, respondió á las suyas, y sin pedirle la costa de la posada, le dejó ir á la buena hora.

CAPITULO IV

De lo que sucedió á nuestro caballero cuando salió de la venta.

La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo. Mas viniéndole á la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, en especial la de los dineros y camisas, determinó volver á su casa y acomodarse de todo y de un escudero, haciendo cuenta de recebir á un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy apropósito para el oficio escuderil de la caballería. Con este pensamiento guió á Rocinante hacia su aldea, el cual casi conociendo la querencia, con tanta gana comenzó á caminar,