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béis sacado: así que por esta parte no os debe nada.

1 —El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí dineros: véngase Andrés conmigo á mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro.

— Irme yo con él, dijo el muchacho, más? Mal año! no señor, ni por pienso, porque en viéndose solo me desollará como á un san Bartolomé.

—No hará tal, replicó don Quijote, basta que yo se lo mande para que me tenga respeto, y con que él me lo jure por la ley de caballería que ha recebido, le dejaré ir libre y aseguraré la paga.

—Mire vuestra merced, señor, lo que dice, dijo el muchacho, que este mi amo no es caballero, ni ha recebido orden de caballería alguna; que es Juan Haldudo el rico; el vecino de Quintanar.

—Importa poco eso, respondió don Quijote, que Haldudos puede haber caballeros, cuanto más que cada uno es hijo de sus obras.

P —Así es verdad, dijo Andrés; pero este mi amo ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo?

—No niego, hermano Andrés, respondió el labrador, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballería hay en el mundo, de pagaros como tengo dicho un real sobre otro, y aun sahumados.

—Del sahumerio os hago gracia, dijo don Quijote, dádselos en reales, que con esto me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado: si no, por el mismo juramento os juro de volver á buscaros y á castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado á cumplirlo,