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<—73en él cosa que merezca venia: acompañe á los demás sin réplica, y así fué hecho.

Abrióse otro libro, y vieron que tenía por título El caballero de la Cruz.

—Por nombre tan santo como este libro tiene, se podía perdonar su ignorancia; mas también se suele decir: tras la cruz está el diablo: vaya al fuego.

Tomando el barbero otro libro, dijo:

—Este es Espejo de caballerias.

—Ya conozco á su merced, dijo el cura: ahí anda el señor Reinaldos de Montalván con sus amigos y compañeros, más ladrones que Caco, y los doce Pares con el verdadero historiador Turpín; y en verdad que estoy por condenarlos no más que á destierro perpetuo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mateo Boyardo, de donde también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto: al cual si aquí le hallo, y que habla en otra lengua que la suya, no le guardaré respeto alguno; pero si habla en su idioma, le pondré sobre mi cabeza.

—Pues yo le tengo en italiano, dijo el barbero, mas no lo entiendo.

—Ni aun fuera bien que vos le entendiérades, respondió el cura; y aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído á España y hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor, y lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento. Digo en efeto, que este libro y todos los que se hallaren que tratan de esas cosas de Francia, se echen y depositen en