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su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese: en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarían aunque los buscasen. Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la insula que su amo le había prometido. Acertó don Quijote á tomar la primera derrota y camino que el que él había tomado en su primer viaje, que fué por el Campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque por ser la hora de la mañana y herirles á soslayo los rayos del sol, no les fatigaban. Dijo en esto Sancho Panza á su amo:

—Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se le olvide lo que de la insula me tiene prometido, que yo la sabré gobernar por grande que sea. A lo cual le respondió don Quijote:

—Has de saber, amigo Sancho Panza, que fué costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos, hacer gobernadores á sus escuderos de las insulas ó reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por mí no falte tan agradecida usanza, antes pienso aventajarme en ella, porque ellos algunas veces, y quizá las más, esperaban á que sus escuderos fuesen viejos, y ya después de hartos de servir y de llevar malos días y peores noches, les daban algún título de conde, ó por lo menos de marqués de algún valle ó provincia de poco más o menos; pero si tú vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros á él adherentes que viniesen de molde para coronarte por rey de uno dellos. Y no lo tengas á mucho, que cosas y casos acontecen