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á los tales caballeros por modos tan nunca vistos ni pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que te prometo.

—Desa manera, respondió Sancho Panza, si yo fuese rey por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos Juana Gutiérrez mi oíslo vendría á ser reina y mis hijos infantes.

—Pues quién lo duda? respondió don Quijote.

—Yo lo dudo, replicó Sancho Panza, porque tengo para mí, que aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez. Sepa, señor, que no vale dos maravedís para reina; condesa le caerá mejor, y aun Dios y ayuda.

—Encomiéndalo tú á Dios, Sancho, respondió don Quijote, que él le dará lo que más le convenga; pero no apoques tu ánimo tanto que te vengas á contentar con menos que con ser adelantado.

—No haré, señor mío, respondió Sancho, y más teniendo tan principal amo en vuestra merced, que me sabrá dar todo aquello que me esté bien y yo pueda llevar.

CAPITULO VIII

Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación.

En esto descubrieron treinta ó cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y así como don Quijote los vió, dijo á su escudero: