do, y debe de ser molimiento de la caida.—Así es la verdad, respondió Don Quijote; y si no me quejo del dolor, es porque no es dado á los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella.—Si eso es así, no tengo yo que replicar, respondió Sancho; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir, que me he de quejar del mas pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende tambien con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.=No se dejó de reir Don Quijote de la simplicidad de su escudero, y así le declaró que podia muy bien quejarse como y cuando quisiese, sin gana ó con ella, que hasta entonces no habia leido cosa en contrario en la órden de caballería.—Díjole Sancho que mirase que era hora de comer.—Respondióle su amo que por entonces no le hacia menester, que comiese él cuando se le antojase.=Con esta licencia se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y sacando de las alforjas lo que en ellas habia puesto, iba caminando y comiendo detras de su amo muy despacio, y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto, que le pudiera envidiar el mas regalado bodegonero de Málaga: y en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenia por ningun trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando las aventuras por peligrosas que fuesen. En resolucion, aquella noche la pasaron entre unos árboles, y del uno de ellos desgajó Don Quijote un ramo seco, que casi le podia servir de lanza, y puso en él el hierro que quitó de la que se le habia quebrado. Toda aquella noche no durmió Don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse á lo que habia leido en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos con las memorias de sus señoras. No la pasó así Sancho Panza, que como tenia el estómago lleno, y no de agua de chicoria, de un sueño se la llevó toda; y no fueran parte para despertarle, si su amo no le llamara, los rayos del sol que le daban en el rostro, ni el canto de las aves, que muchas y muy regocijadamente la venida del nuevo dia saludaban. Al levantarse dió un tiento á la bota, y hallóla algo mas flaca que la noche antes, y afligiósele el corazon por parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse Don Quijote, porque, como está dicho, dió en sustentarse de sabrosas memorias. Tornaron á su comenzado
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Apariencia