En que mi vida llegue al fin tan presto.
Venga, que es tiempo ya, del hondo abismo
Tántalo con su sed, Sísifo venga
Con el peso terrible de su canto,
Ticio traiga su buitre, y ansimismo
Con su rueda Egion no se detenga,
Ni las hermanas que trabajan tanto.
Y todos juntos su mortal quebranto
Trasladen en mi pecho, y en voz baja
(Si ya á un desesperado son debidas)
Canten obsequias tristes, doloridas
Al cuerpo, á quien se niegue aun la mortaja.
Y el portero infernal de los tres rostros,
Con otras mil quimeras y mil monstruos
Lleven el doloroso contrapunto:
Que otra pompa mejor no me parece,
Que la merece un amador difunto.
Cancion desesperada, no te quejes,
Cuando mi triste compañía dejes;
Antes, pues que la causa do naciste,
Con mi desdicha aumenta su ventura,
Aun en la sepultura no estés triste.
Bien les pareció á los que escuchado habian la cancion de Grisóstomo, puesto que el que la leyó dijo, que no le parecia que conformaba con la relacion que él habia oido del recato y bondad de Marcela, porque en ella se quejaba Grisóstomo de zelos, sospechas y de ausencia, todo en perjuicio del buen crédito y buena fama de Marcela. A lo cual respondió Ambrosio, como aquel que sabia bien los mas escondidos pensamientos de su amigo:—Para que, señor, os satisfagais desa duda, es bien que sepais, que cuando este desdichado escribió esta cancion, estaba ausente de Marcela, de quien se habia ausentado por su voluntad, por ver si usaba con él la ausencia de sus ordinarios fueros: y como al enamorado ausente no hay cosa que no le fatigue, ni temor que no le dé alcance, así le fatigaban á Grisóstomo los zelos imaginados y las sospechas temidas como si fueran verdaderas. Y con esto queda en su punto la verdad que la fama pregona de la bondad de Marcela: la cual, fuera de ser cruel y un poco arrogante y un mucho desdeñosa, la mesma envidia ni debe ni puede ponerle falta alguna.—Así es la verdad, respondió Vivaldo; y queriendo leer otro papel de los que habia reservado del